Relaciones entre el comercio y la preservación del ambiente
(in lingua spagnola)

del Dr. Héctor Jorge BIBILONI
Abogado
Prof. Derecho Procesal
Universidad Católica de La Plata. Argentina.
Prof. Derecho Ambiental
Universidad de Belgrano. Buenos Aires. Argentina.


¿Que significado le daremos al término comercio?

Considerando la ambigüedad que tiene el lenguaje y la función de símbolos que cumplen las palabras, nos parece esencial para la eficacia de la comunicación, determinar previamente y con cierto grado de precisión, cual es la significación convencional que se le dará en este trabajo, a los términos más importantes que usaremos.

El comercio pudo haber sido una de las más antiguas actividades del hombre, y más allá de cualquiera de sus definiciones doctrinarias, y solo a los fines que nos hemos propuesto aquí, será entendido como “toda actividad que tenga por finalidad o resultado, el intercambio de cualquier elemento material o inmaterial susceptible de adquirir un valor, ya sea un bien, un servicio, o toda prestación útil o deseada, entre personas físicas, jurídicas o poblaciones humanas, cualquiera sea el ámbito físico, psíquico, virtual, cultural o sociopolítico en el que estos actos se desarrollen”. A ese ámbito o cualquier otro en el que se despliegue alguna clase de actividad comercial le llamaremos mercado.

 
¿Qué entenderemos por ambiente?

Los términos con los que distintos autores intentan conceptuar la cuestión ambiental son de lo más variados, ambiguos, y tan distintos como los son sus mismos anunciantes. Así tenemos desde una acepción naturalista del concepto, en el que se lo señala como “la problemática ecológica en general, junto con el tema capital de la utilización de los recursos naturales a disposición del hombre en la biosfera”[1] hasta caracterizaciones de un contenido bastante más indefinido, como la que lo define diciendo que es “el conjunto de factores que influyen sobre el medio en el cual vive el hombre”[2], y también abundan los autores que han asimilado al ambiente con la naturaleza misma.

No es sencillo formular un enunciado que resulte comprensible y a la vez comprensivo de todos los fenómenos que intervienen en el ambiente, máxime si consideramos la cantidad de complejas relaciones que deberían describirse para incluirlas en la definición, porque muchos de esos vínculos aún permanecen desconocidos, y otros se siguen descubriendo día a día. En el intento de abarcar a todas esas relaciones, los autores necesariamente han debido utilizar términos de una amplitud conceptual cada vez mayor, con lo que paulatinamente se ha ido perdiendo precisión en su significado.

El diccionario Grand Larousse define al ambiente como “el conjunto de elementos naturales o artificiales que condicionan la vida del hombre”, otro lo caracteriza como el “conjunto de factores externos capaces de influir en un organismo”[3] .

El diccionario de la Real Academia Española describe al medio como “el conjunto de personas y circunstancias entre las cuales vive un individuo”, y al ambiente como “las circunstancias que rodean a las personas o a las cosas”.

Estos pocos ejemplos bastan para ilustrar las dificultades apuntadas, por lo tanto y solo a los fines que nos hemos propuesto en este trabajo, consideraremos al ambiente como al equilibrio de las relaciones que vinculan a los organismos vivos con el medio en el que viven. 

 

¿Cuales han sido los objetos sobre los que recayó la actividad comercial, y cuales sus consecuencias ambientales?

Los elementos que han sido objeto del comercio han crecido en cantidad y también han variado sustancialmente a lo largo de la historia de la especie humana, mostrando en su evolución diferentes etapas de desarrollo, y consecuentemente, - con el tiempo y con los cambios --, también se han ido modificando los efectos que dicha actividad ha producido en el entorno vital. Tanto el crecimiento como las transformaciones sufridas por lo que ha sido objeto de la actividad comercial aún son constantes, y han acompañado al hombre a lo largo de todo el camino de su evolución biológica, psíquica, sociocultural y económica.

Examinaremos brevemente los hitos más importantes que jalonaron ese camino, poniendo especial atención a las épocas en las que aparecieron los cambios, cuales fueron sus causas, cuales las consecuencias que han derivado de esos diferentes estados, y de que modo la evolución de nuestra propia especie los fue acompañando, explorando el impacto ocasionado por las actividades mercantiles, en el entorno en que la vida se desarrolla.

 

En un principio, y una vez asentadas las primeras hordas humanas, una economía únicamente agrícola y ganadera hizo que la actividad comercial se materializara casi exclusivamente sobre los frutos de la tierra. Así, cuando una determinada región disponía de excedentes en su producción primaria, simplemente los intercambiaba con otros excedentes provenientes de regiones vecinas. Toda la actividad comercial, basada en el trueque, se circunscribía al canje de bienes elementales, destinados a satisfacer las necesidades vitales básicas de la supervivencia, principalmente en lo referido a la alimentación y al abrigo. Las comunidades humanas no estaban concentradas aún, y su misma dispersión en el territorio hacía que el impacto ambiental de estas actividades fuera mínimo, sin alcanzar entidad suficiente para alterar el equilibrio de los sistemas sustentadores de la vida, enuna primera etapa que pudo haber comenzado unos 30.000 años atrás.

 

Pero un día el abuelo cuaternario descubrió que podía hacer quesos con la leche de esa oveja que le sobraba, y que le convenía más negociar esos quesos, y quedarse con el animal. Ese día se inició una segunda etapa en la evolución de los objetos que podían ser materia de intercambio, porque se comenzó a incluir en a los productos en la actividad comercial del mercadeo. Los productos que podía suministrar una economía de base agrícola no eran muchos y su elaboración era completamente artesanal, por lo tanto tampoco generaban una presión suficiente para alterar el equilibrio de las fuerzas que operan en el ambiente, armonía que la dinámica propia de los ecosistemas tiende naturalmente a restablecer cuando reciben un impacto, sea este causado por hechos naturales o por las actividades humanas. Con la inclusión de los productos entre los objetos del comercio podríamos decir que comienza una segunda etapa, tal vez hace unos 20.000 años.

 

Pero he aquí que con el agregado de los productos a la canasta comercial, también quedaron automáticamente incluidos entre los valores del mercado, los primeros servicios que eran necesarios para producir aquellos primeros productos. Para hacer los quesos hacía falta más mano de obra que atienda y ordeñe la hacienda, y también el trabajo especializado de los primeros maestros queseros, a los que de algún modo había que retribuirles por su tarea.

La inclusión de los servicios en el comercio provocó, - a nuestro criterio -, el primer antecedente de impacto ambiental relevante de las actividades humanas, que otros autores han visto en la rotación de los primitivos cultivos. La rotación de cultivos tenía por finalidad la satisfacción de necesidades de la propia comunidad que era pequeña, mientras que la prestación de servicios tendió a satisfacer primero necesidades y luego deseos ajenos, abarcando un espectro mucho mayor y además expansivo.

La diferencia es importante, porque los prestadores de aquellos primitivos servicios se vieron obligados a vivir cerca de los lugares en los que hacían su trabajo, y por esa necesidad de cercanía, se inició en aquellos lejanos tiempos una tendencia a la concentración de las poblaciones humanas, que se ha mantenido constante a o largo de los siglos, y que provoca aún hoy un enorme impacto ambiental en todo el planeta.

En mayo de este año 2007 el departamento de demografía del gobierno de Francia publicó un trabajo estadístico que demuestra que el 50% de la población humana mundial vive hoy en ciudades, y que la corriente global de migración hacia los centros urbanos se mantiene constante a razón del 1% anual.

El ser humano, - igual que todos los seres vivos -, necesita disponer de una cierta cantidad de energía para mantener la actvidad de sus funciones vitales. Esa energía la toma espontáneamente del medio en que vive, en forma de alimentos, de radiación y de movimiento. Cada área territorial dispone naturalmente de una cantidad limitada de energía, a la que recurren todos los seres vivos para nutrirse, y por eso a esos bienes naturales que proveen energía se les llama recursos. Los más importantes son el aire, el agua, y los nutrientes que provee el suelo.

Cuando hay demasiados individuos proveyéndose de los recursos disponibles en una misma área, estos comienzan a escasear, y entonces ambos se debilitan, tanto los individuos como los recursos. Esto hace que disminuya progresivamente el sustento disponible para esa población en ese área, y además el sistema se va degradando por ese sobre consumo que sufren sus recursos. Aparecen entonces dos efectos diferentes y simultáneos que interactúan potenciando sus efectos entre sí.

Uno es que el sobre consumo de los recursos,  va degradando al sistema.

El otro, es que un sistema degradado produce a su vez cada vez menos y menos recursos, y por ende sustenta cada vez menos y menos individuos.

Cuando se inicia esta espiral, decimos que el equilibrio de ese sistema se ha roto, porque ya no puede sostener la cantidad de individuos que contiene, y en consecuencia que se ha vuelto insostenible. Si esto sucede, los individuos se debilitan, se reproducen menos, se enferman más, mueren más jóvenes, hasta que llega el momento en que la población disminuye nuevamente, hasta alcanzar la cantidad de individuos sostenible para el área que los contiene.

La capacidad de carga  o de sostenimiento del área actúa como un factor limitante al crecimiento poblacional de las especies vivientes.[4]

Esto sucede con todas las poblaciones de todas las especies, excepto con la humana.

Nuestro linaje dotado de un grado de inteligencia suficiente, tuvo a su alcance la posibilidad de desarrollar mecanismos para proveerse de fuentes energéticas derivadas de otras áreas. De ese modo superó los factores limitantes de los recursos del área que ocupa, con sus consecuencias lógicas: 1) se mantuvo constante la corriente de concentración de individuos hacia áreas reducidas, 2) también se mantuvo constante una alta tasa de crecimiento poblacional. 3) cada vez más individuos y más actividades humanas se ocuparon de aumentar los  recursos del área, 4) disminuyó progresivamente el flujo energético de las demás áreas, en la misma medida y al mismo ritmo en que aumentaba en las áreas sobreocupadas, 5) otras especies vivientes se fueron quedando sin flujo energético; la carencia de alimentación suficiente, de agua o de espacio vital primero debilitó sus poblaciones y luego las fue extinguiendo una a una.

Creemos que esto comenzó a suceder en los sistemas sustentadores de la vida con la incorporación de la fuerza de trabajo entre los objetos aptos para el intercambio comercial porque, - como ya expresamos -, inició las concentraciones humanas, y potenció enormemente la expansión del mercado, ejerciendo una presión constante y progresiva que aún se mantiene, y dando origen a conductas que han derivado en los enormes impactos ambientales que hoy padecemos, en lo que podríamos llamar una tercera etapa de la evolución comercial, iniciada probablemente unos 15.000 años atrás.

 

La producción de cada región dependía de su clima y de su suelo, y ambos factores variaban muy poco de una comarca a otra, por eso el abuelo descubrió pronto que a sus vecinos les sobraban más o menos los mismos productos que a él, y hasta en la misma época del año. Poco le llevó comprender que le convenía más el intercambio de sus mercancías con otras poblaciones humanas que habitaran en tierras más lejanas, porque ellas tenían otros suelos, otros climas. Con ellos hacía mejores negocios, porque tenían más necesidad de sus productos que sus propios vecinos, en consecuencia los pgaban mejor.

Para satisfacer la reciente demanda de estos nuevos nichos de mercado, pronto el abuelo necesitó transportarse y transportar sus mercancías, y entonces inventó los medios de transporte que, aunque funcionaran con tracción de sangre o por las fuerzas de los vientos y las corrientes, demostraron tanta utilidad y tantas ventajas para el comercio, que pronto se convirtieron ellos mismos en nuevos objetos de negocios, en lo que podíamos llamar una cuarta etapa en la evolución de los mercados, que pudo haber comenzado hace unos 12.000 años.

 

Con el traslado de las mercancías el volumen de la masa en intercambio y la fluidez de las operaciones fueron aumentando rápidamente, entonces el comercio ya no se limitó solamente a bienes destinados a satisfacer necesidades, y comenzó a incorporar también aquellos objetos que satisfacían deseos. Si alguien quería tener un cristal de Murano, o los servicios de un  artesano extranjero, debía entregar diez o quince ovejas por su capricho, o más quintales de granos, o satisfacer los deseos del artesano a su servicio, o dos canastas de quesos, dependiendo en cada caso de las circunstancias y de su interés en la cosa. Una expansión que data ya de unos 8.000 años.

La diversidad de los objetos que conformaban la masa en trueque, los tiempos y las distancias, junto a la complejidad creciente del entramado comercial hizo necesario contar con bienes de cambio que facilitaran las transacciones. Una función que desempeñaron primero las especias y algunos metales y luego el dinero, usados como medios de pago, tal vez unos 4.000 años atrás.

Con el aumento del mercado gracias a los medios de transporte, ingresaron entre los objetos de comercio los mismos medios de transporte, y los servicios de porteadores, cocheros, guardias, mercaderes, tripulaciones y personal de apoyo en las rutas, junto a muchas otras tareas y funciones auxiliares de la actividad comercial, como correos, vendedores, cobradores, y tantos otros. Cuando ingresaron en el mercado los medios de pago, también se convirtieron rápidamente ellos mismos en otros nuevos objetos de comercio.

Con la incorporación de los metales preciosos y especialmente con la creación del dinero, ingresaron al mercado los primeros símbolos. Eran objetos sui generis, carentes de ritualidad para satisfacer por sí mismos las necesidades primarias, pero pronto adquirieron enorme valía por su calificación convencional, y sobre todo porque simplificaron mucho la adquisición de poder, por la facilidad con que se los podía acumular, todo esto desde hace más de dos mil años ya.

 

Con los riesgos que derivaron de esa acumulación aparecieron los bancos, y con ellos hicieron su entrada triunfal en el mercado, como novísimos objetos de comercio, también intangibles y abstractos,  la honestidad y la buena fé

 

En este escenario, las fuerzas de trabajo fueron cada vez más demandadas para mover los variados mecanismos y las redes de producción y de intercambio, consecuentemente los seres humanos se hicieron tan o más importantes que los mismos bienes y productos transportados. Esa demanda de mayor cantidad de mano de obra, impuesta por las reglas y las necesidades comerciales, generó requerimientos cada vez mayores de mano de obra, y por eso las personas se transformaron en un nuevo objeto de comercio.

Aparecieron las diferentes formas de esclavitud por razones comerciales, (no bélicas como había sido hasta entonces) y así nació el tráfico y la venta de seres humanos. La legalidad circunstancial y aparente de estas actividades mercantiles no obsta a su calificación ética. Tal vez este hito señale una de las más antiguas violaciones masivas a las reglas éticas, provocada por las exigencias generadas por la libre aplicación y el imperio irrestricto de las reglas del mercado de consumo.

Como consecuencia de estas conductas, siguió variando el mapa de distribución de las poblaciones humanas en las diversas regiones del planeta, y acentuándose la tendencia a la concentración de individuos en áreas reducidas, provocando cada vez mayores impactos ambientales y desequilibrios en los sistemas sustentadores de la vida, en lo que podemos denominar como otra etapa en la evolución de las relaciones entre el comercio y el ambiente, probablemente iniciada en oriente unos 1.000 años atrás, con apogeo en occidente en los siglos XV y XVI con el descubrimiento  y conquista de nuevas tierras en América y en Africa.

 

Si bien esa necesidad de fuerzas de trabajo seguían creciendo a medida que crecían las redes del mercado, ya la evolución del conocimiento, los descubrimientos de las ciencias, y sobre todo la aplicación técnica de esos descubrimientos científicos, había hecho posible la aparición de las primeras máquinas. Aparatos que al principio no tenían por finalidad la creación de nuevos productos, sino que tendían a reemplazar a las caras y escasas fuerzas humanas de trabajo, en la producción, fabricación, transporte y distribución de los mismos bienes que ya existían.

El maquinismo tendía a sustituir al artesano, e inicialmente estuvo dirigido a la elaboración de los mismos objetos que se podían hacer a mano, y que en su mayoría seguían satisfaciendo primordialmente necesidades humanas primarias, como son la alimentación, el vestido, la vivienda, o el transporte. No cambiaron los productos, sino la producción, porque gracias a la máquina, podía hacerse más tarea con menos gente, más fácil y en menos tiempo.

La mecanización obligó a modificar pautas esenciales de la vida diaria y de la cultura de nuestra especie, entre otras manifestaciones apareció la familia nuclear, la vivienda pequeña y cercana a la fuente de trabajo, la propiedad horizontal y la educación estructurada, de horarios rígidos y sistematizada para que el individuo se habituara desde pequeño al cumplimiento de los horarios y de las pautas que imponía la producción fabril.

Las ventajas del uso de todos estos aparatos fueron tan evidentes, que en muy poco tiempo las mismas máquinas se convirtieron en bienes de uso, y por ende ingresaron rápidamente en los circuitos mercantiles de intercambio. La máquina quedo incorporada como uno más entre los múltiples objetos del comercio, en una etapa que se inició en Europa hace unos 500 años. Su expansión tuvo enormes consecuencias, y  marcó la consolidación definitiva del divorcio entre la producción y el consumo.

En esta época desapareció para las poblaciones humanas toda posibilidad de sustentarse con los recursos del área que ocupaban, y para proveerse de los bienes esenciales destinados a la supervivencia, se hicieron absolutamente dependientes del comercio y de la operaciones del mercado, único modo de allegarse los recursos energéticos imprescindibles para sobrevivir.

El volumen del mercado y la complejidad de sus actividades, día a día más numerosas e interconectadas, otorgó preponderancia a las funciones y actividades de individuos expertos que, por sus posiciones dominantes de las reglas comerciales, detentaron crecientes cuotas de poder. Por ello hicieron su aparición en escena nuevos objetos de comercio, como el tráfico de influencias, la intermediación, las comunicaciones  y la corrupción.

 
Las nuevas fuentes de energía.

Las máquinas eran artefactos que ya no funcionaban ni con animales ni con el viento, como los que se habían utilizado hasta entonces, sino que requerían el uso de otras fuentes de energía nuevas. Hacía falta que la fuerza impulsora pudiera empaquetarse, transportarse, almacenarse, dosificarse y liberarse a voluntad en pequeñas porciones, y esas funciones fueron cumplidas a la perfección por los combustibles fósiles.

La primera fuerza la proporcionó el vapor, y se obtuvo inicialmente del carbón, luego fue el petróleo y más tarde el gas, todos elementos cuya obtención exigía explotaciones mineras, grandes instalaciones, complejos procesos de elaboración, de transporte y distribución. La obtención de estas nuevas fuentes de energía, generaba gran cantidad de daños ambientales. Socavones, derrames, residuos sólidos y contaminación atmosférica, que se agregaban a la polución ambiental derivada del creciente funcionamiento de las propias máquinas que lo hacían por medio de la combustión.

Al impacto ambiental de la expansión demográfica y de las concentraciones urbanas se le agregó ahora la polución del aire, del agua y del suelo, debidas a la rápida proliferación de la actividad de las máquinas, cuyos primeros exponentes fueron los viejos telares de Lancashire, y los últimos y más revolucionarios, ya en el último siglo, fueron el automóvil y el aeroplano. Las máquinas no solo revolucionaron el transporte, también modificaron parámetros esenciales de la vida de relación de nuestra especie,  como son las percepciones humanas del tiempo y del espacio.

Los combustibles fósiles y las fuentes de energía no renovables ingresaron a su tiempo como nuevos objetos al mercado comercial, en otra etapa, hace unos 400 años

 

Al convertirse las propias máquinas en nuevos productos, se hizo necesario fabricarlas en cantidades también crecientes, con lo que nacieron nuevas industrias que mediante el uso de unas máquinas, fabricaban otras máquinas. Junto a la proliferación de estas máquinas que hacían más máquinas, se desarrollaron vertiginosamente una miríada de otras industrias paralelas, auxiliares y satélites, que les fabricaban productos o les prestaban servicios a esas fábricas de máquinas y a las personas que trabajaban en ellas.

Esta etapa de la evolución del mercado tomó la denominación de “el maquinismo”, y generó cambios muy profundos en la cultura, en la sociedad y en las concepciones humanas de su época, a punto tal que revolucionó a todas las ciencias y conmovió hasta los cimientos de la misma filosofía. El maquinismo ofrecía abundantes explicaciones para todos los fenómenos, y las máquinas se convirtieron pronto en la panacea para todos los males, incluidas las enfermedades. Su influencia fue tan grande que llegó a mover las bases en que se asentaban todas las ciencias. Se habló de mecánica celeste para explicar los movimientos cósmicos, y hasta la biología y las ciencias médicas comenzaron a tratar a los organismos vivos como si fueran máquinas, aplicando los principios del maquinismo en los métodos de investigación científica y en los tratamientos del arte de curar. La Mettrie, físico y filósofo francés declaró en 1748 que el hombre era una máquina, y más tarde Adam Smith  aplicó los principios del maquinismo a la economía, bajo la noción de sistema, Lenin hablaba de la máquina capitalista, y Trotski de los engranajes del mecanismo social. Se instaló una verdadera “mecanomanía”.  [5]

Si hasta aquí los mayores consumidores de energía de la naturaleza habían sido las poblaciones vivientes, el desarrollo del maquinismo introdujo en el escenario natural a otro potente, hambriento y ávido consumidor de energía. Si los organismos vivos necesitan energía durante su vida, (poca al principio, luego una mayor cantidad, que nuevamente se reduce al final de su ciclo vital) estas nuevas consumidoras de recursos energéticos fueron abriendo un ciclo de consumo creciente, progresivo e insaciable,[6] que además aumentaba constantemente y se prolongaba en forma exponencial, con consecuencias que llegaban mucho más allá de la existencia humana de sus mismos creadores.

La inclusión de las industrias de máquinas, con su propio ciclo energético de consumo, junto a una compleja red de efectos recíprocos que se potenciaban entre sí, introdujo otro factor de enorme desequilibrio energético en los sistemas sustentadores de la vida, alterado sustancial y definitivamente la relación del hombre con la naturaleza, y provocando consecuencias que hasta entonces habían sido desconocidas. Las industrias fabricantes de máquinas y auto consumidoras de grandes cantidades de energía también entraron rápidamente entre los objetos de comercio, iniciando otra nueva etapa comercial, desde hace unos 300 años.

 

Estos nuevos procesos industriales se basaban en la aplicación técnica y práctica de aquellas leyes y principios abstractos que habían sido descubiertos ya en las pizarras por los científicos. Las máquinas demostraban con eficacia que era posible, - y además rentable -, transformar en reales y concretos los desarrollos genéricos ofrecidos por las ciencias, lo que dio un nuevo y formidable impulso a su brazo armado, que es la tecnología.

Y como los procedimientos tecnológicos podían transferirse por contrato, estos procesos fueron a aumentar la creciente pila de beneficios intangibles, e inmediatamente convertidos en nuevos productos de mercado, también aptos para el comercio y para el intercambio, iniciando otra etapa en la evolución de los objetos de comercio, hará unos 250 años.

 

El matrimonio entre la energía  y el poder.

Como puede apreciarse, paso a paso se fue formando una enorme y compleja red de producción y de consumo, que se retroalimentaba a sí misma generando cada día nuevas necesidades, creando y perfeccionando permanentemente complejos mecanismos que ayudaran a aumentar la demanda de los consumidores, o a crear en la sociedad la necesidad de sus nuevos productos, cada vez más variados, que integraban su creciente canasta mercantil.

Un laberinto de causas y efectos potenciándose entre sí, plagada de reciprocidades derivadas de las crecientes actividades industriales y de las generadas por el aumento desenfrenado de todos estos distintos objetos de comercio, hizo necesario el consecuente aumento de las fuentes de energía, indispensables a la hora de mantener en movimiento todos estos nuevos sistemas, porque las poblaciones humanas dependían cada día más de su buen funcionamiento.

La posibilidad de acumular energía le dio un enorme impulso a una vieja ambición del individuo humano, la de acumular poder.

Al mismo ritmo y en la misma proporción que crecía esta intrincada maraña de personajes y de relaciones comerciales, de productos y de servicios, de causas y de efectos, de ideas y de energía, aumentaron los factores de poder entre los distintos individuos y entre las diferentes poblaciones humanas, en la misma medida en que cada uno podía disponer de nuevas y versátiles fuentes de energía.

El aumento se apoyó en la mayor posibilidad de acumularla y de disponerla. El que dispone de más energía tiene más combustible que el otro, y no solo puede tener más máquinas funcionando y desarrollar mejores tecnologías, también puede retener esa energía para evitar que funcionen las máquinas del otro, y por lo tanto siempre tiene poder sobre él.

El ejercicio de ese poder se sostiene precisamente en esa superior disponibilidad, que es el factor que desnivela las circunstancias en su favor, por eso en los hechos resulta ser el más fuerte. Porque dispone de mayor cantidad de energía prevalece su voluntad sobre la del otro.

Lo gobierna.

Los primeros límites territoriales de las poblaciones humanas eran fronteras de poder, y mostraban a los pueblos vecinos hasta dónde se ejercía la voluntad de los que gobernaban en esa región, o sea de los que disponían de sus mayores recursos energéticos.

Hoy, a las bisnietas de aquellas primeras fronteras de poder las llamamos fronteras políticas, y con ellas pretendemos mostrar a los vecinos hasta dónde debería ejercerse el poder político de cada región, o sea hasta donde debería llegar esa especie en extinción que todavía llamamos pomposamente Soberanía

Un concepto cuyo significado se ha esfumado en la historia, frente a la formidable acumulación de energía, y por ende de poder, que detentan hoy algunas regiones del globo.

Antiguamente, el exceso de energía del que podía disponer un artesano le permitía sostener su primitivo taller, que era su orgullo, y a la vez su medio de vida, porque en la pequeña comunidad en la que vivía, él canjeaba sus pocos productos artesanales por otros que necesitaba, o que simplemente quería.

Después el taller creció y se hizo fábrica, y a su alrededor surgieron enormes ciudades fabriles, enlazadas por complicadas redes ferroviarias y de comunicaciones, de las que fueron saliendo millones y millones de productos todos idénticos. Camisas, zapatos, automóviles, etiquetas, relojes, juguetes, jabones, ametralladoras, motores, pastillas, botones, todos análogos y fabricados en serie.

La fábrica largaba tantos productos iguales, que debieron inventarse la exportación y los bancos para que todos ellos pudieran venderse y cobrarse. Después las fábricas se agruparon y se convirtieron en industrias, que a su vez largaron cantidades mayores de artículos todos idénticos, y entonces tuvieron que inventarse los sindicatos, las horas extras y las tarjetas de crédito.

Más adelante las distintas industrias se amontonaron formando corporaciones, y entre otras minucias se inventaron los sobornos, el lobby y el marketing.

Si el antiguo taller pudo funcionar con la poquita energía que le sobraba al artesano, ese sobrante a la fábrica ya no le alcanzó, por eso tuvo que salir a comprar más energía con el dinero que se había depositado en aquellos bancos recientemente inventados. Algunos gobernantes poderosos que tenían energía acumulada se la vendieron.

Y después llegó la industria, que necesitó mucho más energía que la fábrica, y también encontró vendedores. Compró horas extras que le vendieron los sindicatos, pidió prestado, no devolvió, y además gastó el crédito disponible hasta agotar todas las tarjetas. Entonces aparecieron las corporaciones que usaron el marketing para saber dónde había que hacer lobby o pagar nuevos sobornos para obtener más energía aún.

Y hubo gobernantes débiles o corruptos que se la vendieron…

Hoy las corporaciones se han asociado en grupos corporativos que desde las regiones del planeta que se auto titulan “desarrolladas”, manejan, explotan y administran el 99% de los recursos energéticos aprovechables de la Tierra.

Frente a este enorme monopolio de los recursos, ya no quedan muchos gobiernos con bastante poder ni fuerzas suficientes para oponerse, y por eso han perdido sentido y razón de ser la soberanía y todas las fronteras políticas.

Los pocos individuos que se deciden a enfrentar a estos enormes grupos de poder, lo tienen que hacer inmolándose, y destruyendo con bombas y misiles sus mercados.

Y también por eso han quedado inventados el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OTAN, los Fondos de Inversión, la aldea global y las guerras preventivas.

Por ello junto a las fuentes de energía, otros entes más abstractos adquirieron también la categoría de bienes de intercambio que se añadieron a los ya existentes. El marketing, el lobby y los sobornos se graduaron como objetos de comercio en etapas más recientes de la evolución mercantil.

 
            La electricidad.

Dentro de este capítulo dedicado a las fuentes de energía, la electricidad ocupó y ocupa aún un lugar especial, porque ha sido un elemento esencial para el crecimiento y la aceleración de todos los procesos descriptos, y también de todos aquellos que involucran la creación, producción, transporte y distribución de bienes, servicios y de cualquier otro elemento. Sus aplicaciones modificaron a todos los objetos de comercio que hemos analizados hasta aquí, y a partir del descubrimiento de sus métodos de generación, también se convertirá en vehículo necesario para la aparición de otros muchos fenómenos complicados y relacionados entre sí, que aún no se han descrito.

El descubrimiento de las características y cualidades de la energía eléctrica, el desarrollo de las técnicas necesarias para su generación, sus aplicaciones y su distribución, son hitos insoslayables a la hora de hacer cualquier análisis o evaluación de la era tecnológica y del funcionamiento de los mercados de intercambio. La electricidad se reveló como una manifestación revolucionaria de la energía, con una movilidad que hasta ese momento era desconocida, con una enorme una fuerza inmaterial, y a la vez carente de contención, de volumen y de peso. Una energía fácilmente transportable, de distribución sencilla a través de grandes distancias, y fácil de suministrar en los más remotos puntos de consumo. El descubrimiento y la explotación de las cualidades de la electricidad alteraron sustancial y definitivamente las relaciones del hombre con la naturaleza, iniciando un camino evolutivo que ya no tiene retorno, con dimensiones que exceden los límites de la propia existencia humana, con una nueva revolución en la percepción de las propias dimensiones espaciales y  temporales.

La electricidad se convirtió velozmente en un factor esencial para la expansión del comercio, llevándolo hasta la puerta misma de cada morada humana. Gracias al fluido eléctrico, cada vivienda incorporó a su funcionamiento y a todos sus sistemas, la iluminación, el maquinismo, la calefacción, la mecanización, los sonidos,  y ahora la información, todos ellos nuevos objetos de comercio cuyas propiedades y funciones se agregaron al mercado.

La electricidad es una forma de la energía que no es pasible de almacenamiento, por lo tanto para disponer de ella en forma útil, es necesario generarla continuamente, y esa generación se efectúa mediante procesos de conversión energética realizados por máquinas diseñadas a ese fin.

La energía térmica, primero derivada de la combustión y más tarde de la fisión del átomo, la energía hidráulica o la eólica, derivadas del comportamiento de los fluidos, fueron y aún son hoy, las principales fuentes generadoras de esa maravillosa e imprescindible fuerza de impulsión en la que hoy en día se apoya el 99% de la existencia humana.

La necesidad de recibirla y de disponerla, fue también el inicio de la dependencia de nuestra especie, al funcionamiento de sistemas públicos de generación y distribución, ajenos a la voluntad individual. Si la supervivencia  de las poblaciones urbanas ya estaba sometida a las reglas del mercado para obtener su sustento, ahora las redes distribuidoras de electricidad se agregaron a los objetos imprescindibles para vivir en las urbes, y además abrieron la puerta, tanto para el ingreso a la escena, como a la posterior expansión y desarrollo, de otro nuevo objeto de comercio mucho más reciente y abstracto del que hablaremos luego; la tecnología electrónica.

La electricidad hoy por hoy se ha convertido en una fuente de energía insustituible, de demanda constante y creciente, que no es fungible ni es acumulable, y se ha transformado en uno de los soportes básicos de todas las manifestaciones de la vida humana, a punto tal que su eventual e hipotética desaparición provocaría una hecatombe global instantánea, con pérdida de millones de vidas, y acarrearía inmediata e irremediablemente el derrumbe y la desaparición de todos los mercados, y de todos los sistemas actuales de producción y de intercambio.

La producción de electricidad, por la versatilidad de sus aplicaciones, por la dependencia que induce, por su importancia energética, es actualmente la actividad que provoca el mayor impacto en los sistemas sustentadores de la vida, y la que los está desequilibrando gravemente en todo el planeta. Es causa de los mayores daños ambientales porque en un 90% se basa en la conversión de energía de fuentes no renovables.[7]  

Todas esas maravillosas cualidades de esta nueva forma de energía han impulsado a la electricidad, un fluido abstracto, incorpóreo, inmaterial e invisible, a añadirse también a los objetos de comercio, ahora graduada como tal y con honores, en una fase que comenzara unos 100 años atrás.

 

El crecimiento veloz y exponencial de todos los procesos descriptos, alimentados ahora con la rápida y limpia energía eléctrica, auto generadores y auto consumidores de sus propias creaciones, catapultó a la actividad comercial e industrial, que concibió y realizó cantidades también industriales de los más diversos elementos destinados al mercado, lo que exigió una expansión también exponencial de la red energética, de los transportes y en especial de los medios de intercambio y de comunicación. La electricidad puso al alcance de la especie humana posibilidades infinitas, muchas de ellas aún hoy inexploradas. Una de las primeras, entre tantas otras, fue la iluminación artificial, y consecuentemente la prolongación indefinida de la jornada industrial y comercialmente productiva, que ayudó a realimentar y acelerar tanto el crecimiento como el funcionamiento eficaz de la redes en las que opera el mercado.

 
Las comunicaciones:

Procedimientos complejos como los que estamos analizando necesitan de comunicaciones fluidas y eficientes, por lo tanto se inventaron, se compraron y se vendieron primero los telégrafos, después los teléfonos, y más tarde los servicios que cualquier aparato de comunicación pudiera prestar. Ya sea que fueran materiales o inmateriales, todos se habían convertido en objetos de comercio, hace unos 80 años.

Mas adelante ingresaron en esta categoría las transmisiones inalámbricas, entonces las bandas y frecuencias, que son las autopistas por donde circulan las ondas electromagnéticas, también se compraron y se vendieron. Y las estaciones de transmisión, y los receptores de ondas, convertidas primero en sonidos y luego en imágenes, fueron otros objetos de comercio.

La aceleración del desarrollo industrial, la cantidad y la diversidad del contenido de las transacciones, derivadas de los fenómenos analizados hasta aquí, llevó a la necesidad de vender cada vez mayor cantidad y diversidad productos, lo que hizo inevitable la búsqueda de mecanismos nuevos para obtener más clientes. La estimulación del consumo, la penetración en otros mercados, y nuevos procedimientos de gestión fueron algunos de los instrumentos utilizados. Por medio de la publicidad y de la creatividad se desarrollaron nuevas técnicas de persuasión, que pronto fueron también otros nuevos objetos de comercio. El dominio de todas estas técnicas y algunas otras, que los anglófonos llamaron know how, fue otro ente incorpóreo que también se compró y se vendió en el mercado en etapa reciente, iniciada aproximadamente unos 70 años atrás.

 

Aparecieron estos técnicos en especialización, que funcionan como integradores de los sistemas que operan en la sociedad. Expertos en el conocimiento y en el manejo de los mecanismos del mercado, llamándose a sí mismo ejecutivos, o coordinadores, presidentes o directores, burócratas de toda laya, brotaron por doquier definiendo funciones y asignando tareas. No invirtieron un céntimo ni arriesgaron capital, ni tampoco aportaron fuerza productiva de trabajo, pero trazaron y trazan planes, fijan criterios, otorgan permisos y determinan las reglas que motorizan la producción, la distribución, los transportes o las comunicaciones. Son los armadores del sistema, y los guía el único objetivo de lograr la optimización funcional de todos los mecanismos que operan en el mercado.

El poder por el que discutieron sociólogos y filósofos durante años, no se asienta ya ni en el capital ni en el trabajo, no lo detentan ni los capitalistas ni los socialistas, sino estos nuevos tecnócratas, amparados por el anonimato que se garantizan a sí mismos con el manejo de los medios de integración.

Nuevos objetos de comercio que las agencias y consultoras compran y venden todos los días en el mercado actual de consumo.[8]

 
La electrónica:

  Por aquella puertita que ya había abierto el descubrimiento de la energía eléctrica, se coló en el escenario humano otro elemento desconocido que prontamente habría de devenir en otro novísimo, complejo e insustituible objeto de comercio, también abstracto y revolucionario. La electrónica. Si primero se compraban y vendían bienes de capital, luego fueron los servicios, más tarde seres humanos, y se compraron los bienes de uso, y las fuentes de energía. Si se vendieron las ideas, la moral, y también se comerció con la energía misma, la electrónica introdujo en el mercado de intercambio otros objetos más inmateriales y abstractos aún, como son, entre muchos otros, las noticias y la información, que como bienes valiosos pasaron a integrar también el negocio comercial.

La adquisición y el uso del producto electrónico, implicó la incorporación de sus funciones con prestaciones harto diferentes a las que pudo ofrecer cualquiera de las máquinas del pasado humano, cuya tecnología, aún siendo automática, hoy nos parece tosca y primitiva frente a las maravillosas prestaciones que ofrece cualquier adminículo electrónico.

La tecnología electrónica introdujo primero al mercado sus propios aparatos, y simultáneamente otros productos de intercambio comercial como las crónicas, las imágenes y el entretenimiento, nuevos objetos de comercio, desde hace aproximadamente unos 50 años.

 
El mundo virtual:

Uno de los más recientes aportes de la tecnología electrónica han sido los datos, su procesamiento y la posibilidad de su manejo sistemático y organizado. Con las técnicas de administración de datos, no solo se han incorporado más objetos nuevos al comercio, sino que se han traspasado fronteras, hacia tierras que la especie humana nunca tuvo la posibilidad de pisar en toda su historia sobre el planeta. Los avances tecnológicos traídos por los computadores pusieron a nuestro alcance metas no imaginadas ni siquiera por nuestros propios padres. Nos han acercado a la luna y a las estrellas, nos han mostrado el corazón de la materia, el funcionamiento de las células, han revolucionado el arte de curar, han prolongado la vida humana mucho más allá de cualquier límite soñado en el pasado, y hasta han descifrado los códigos por los que se transmite la vida.

Todos estos son nuevos productos de intercambio que se han sumado al mercado desde hace unos 40 años.

 

Tal vez uno de los más curiosos objetos de comercio aportados por el procesamiento de datos son las hipótesis, que trabajan sobre las probabilidades y posibilitan predicciones cada vez más ciertas, permitiéndonos anticipar los acontecimientos futuros con un alto grado de certeza.

Vaticinios que hoy también se compran y se venden en enormes cantidades desde que hay por ellos una gran demanda, especialmente en épocas electorales…

Novísimos objetos de comercio cuyo principal consumidor es el mismo mercado comercial, porque las proyecciones y los pronósticos le son imprescindibles para fijar por sí mismo sus propias metas, y establecer la velocidad y la dirección de su avance, que hoy ha devenido en autónomo.

 

La diversidad actual de los objetos de comercio es tan grande que parece infinita, dando la impresión que no hay absolutamente nada que no pueda comprarse o venderse, en algunos de los también infinitos mercados existentes. Las mercancías, bienes, productos, artículos, servicios, cosas, datos, imágenes, promesas, información, técnicas, fórmulas, vaticinios, profecías, y cualquiera de los entes o elementos que se pueden comerciar ya no entran en ningún catálogo, y sin embargo la civilización de la era tecnológica los sigue creando, minuto a minuto, en una progresión ilimitada.

Hora a hora la voracidad del mercado sigue su loca carrera hacia el mañana, batiendo a cada instante sus propias marcas, y ha desarrollado un impulso propio que lo empuja hacia delante en un avance desenfrenado, incentivando cada vez más el sobre consumo, el hiper consumo y el despilfarro energético.[9]

El impacto ambiental provocado por semejante espiral tampoco tiene precedentes. A la polución derivada de la generación de energía se le agrega el saqueo a los bienes naturales, la contaminación de las aguas potables por los vertidos industriales y orgánicos, el calentamiento global inducido por las inmisiones en la atmósfera con sus consecuencias en las lluvias ácidas y en el derretimiento de los hielos, en las montañas de residuos, desechos y desperdicios que se amontonan o desparraman por doquier, y que han transformado a la especie humana en una perfecta especie testigo para los arqueólogos, - tal vez ni humanos -,  de un lejano futuro.

Una especie viviente que se desarrolló en menos de un millón de años, que se expandió por todo el planeta, y que dejó basura en todos los lugares donde estuvo, es el tipo ideal para datar los viejos estratos geológicos.

 
La nueva era tecnológica:

De la breve síntesis expuesta, surge claramente que hoy vivimos dependientes de una civilización tecnológica que se nutre, se mueve y se sostiene únicamente en las reglas dictadas por sí misma, atrapados en una telaraña que abarca, comprende, penetra y atraviesa todas las acciones humanas.

Toda nuestra existencia se desarrolla en el seno del entramado de una nueva teckne, amoral y posmoderna, que se mueve con un dinamismo propio, que analiza sus resultados y plantea sus propios objetivos, que planifica por sí misma su desarrollo y que fija también por si misma la dirección y la fuerza de su evolución, empujando y sobrepasando holgadamente la voluntad, los valores y las reglas de sus propios creadores, quienes además ya han caído rendidos bajo su absoluta y total dependencia.

Igual que el viejo Hal, aquel enorme computador que guiaba la nave cósmica que imaginó Stanley Kubrick en su película “2001 Odisea en el Espacio”, la teckne nos ha arrebatado de las manos el control de la acción, y ahora sus propios mecanismos, infinitos en su variedad y sofisticación, se van convirtiendo acumulativamente en la ley autónoma de su propia continuación.  

Al humilde aprendiz del viejo taller que había llegado a ser un obrero fabril especializado, la industria lo mató, la corporación lo cocinó y ahora la aldea técnica global se lo está comiendo.

Las nuevas tecnologías, auto impulsadas y emancipadas, que ya no responden más que a las exigencias del mercado y a las suyas propias, han ido sustituyendo a las personas en todos los procesos productivos, y con la consecuente disminución de la actividad humana también va desapareciendo la función dignificante que tenía el trabajo en la vida del hombre. En todas las regiones pobres del planeta crecientes cantidades de desocupados van quedando al margen de la corriente mundial, y buscan algún magro recurso para sobrevivir, moviéndose a tientas entre la subocupación y el delito. Estos individuos, carentes de ingresos y por lo tanto imposibilitados de acceder a mejores condiciones de vida, quedan condenados a ver por televisión la apología publicitaria global, que alienta una vida de placer, estimulando cada día más el hiper consumo, el descarte y el despilfarro, en un creciente y acelerado remolino.

Algunos pocos emigrarán hacia las regiones más desarrolladas — a las que deberán ingresar en forma ilegal o clandestina, -- en muchos casos arriesgando hasta la propia vida — intentando obtener alguna mejor perspectiva personal, o simplemente para obtener un trabajo. Otros se quedarán en sus regiones de origen, esperando la llegada de un futuro miserable. Dentro de esa mísera expectativa, son pocos los placeres de la vida a los que estas poblaciones humanas podrán acceder, en el limitado marco que les impone su humilde condición. Uno de esos placeres será el sexo, con su secuela de riesgo sanitario y su consecuencia de aumento poblacional.

Y como toda la especie humana está percibiendo intuitivamente a qué velocidad se está cerrando la espiral que se intentó describir en estas pocas páginas, los abusos de poder y el imperio de la injusticia van sumiendo lentamente a muchos seres humanos en el escepticismo, en la resignación y en la desesperanza.

Tal vez por eso otro de los placeres del mundo de hoy son las drogas…

 
La vida y la muerte:

En tanto desde muy arriba, los ojos atentos de los satélites determinan qué se siembra en el mundo cada año, cuánto se siembra, cómo se siembra y dónde se siembra, qué se cría, cuánto se cría, dónde y cómo se cría, qué se fabrica, cuánto, dónde y cómo se fabrica, y así sucesivamente…

Y los que deciden las suertes son cada vez menos; aquí sí, allá no; aquí dos, allá cuatro; aquí ahora, allá nunca…

Son los neo emperadores de este circo pobre y triste del nuevo milenio, que con sus decisiones disponen de las vidas y de las muertes:

 Pulgar arriba, pulgar abajo…

En Africa sub sahariana dos naciones están a punto de desaparecer, porque sus poblaciones están infestadas en un 90% por virus letales como el ébola y el sida. Están condenadas a morir desde hace tiempo, porque las reglas de mercado dicen claramente que si no pueden pagarlos, para ellos no hay, ni habrá remedios.

Las mismas reglas del mercado son las que determinan la dirección de las investigaciones científicas, y por ello no se escatiman partidas destinadas a la investigación y desarrollo de medicamentos como el Viagra, cuyo enorme mercado asegura jugosas ganancias, pero no hay ni habrá financiación para investigar vacunas para una enfermedad como el mal de Chagas, una dolencia letal, pero circunscripta a un área local sudamericana, pobre y “emergente” que no devolverá la inversión, y está por lo tanto igualmente condenada al sufrimiento, la desolación y la muerte.

Tampoco faltan fondos para la fabricación de armamentos, cuyas ganancias son fantásticas. Su colocación en el mercado es sencilla,  y si no ha sido asegurada de antemano en alguna “conferencia de paz”, siempre es muy fácil provocarla, y además sobran los bancos y fondos de inversión dispuestos a otorgar la financiación que haga falta para adquirirlas.

Hemos omitido a la muerte, que también es un antiguo objeto del mercado de intercambio, un producto que no hizo más que aumentar mientras la humanidad atravesaba su historia.

Todas las masacres humanas que se desencadenan en el mundo de hoy tienen siempre por escenario las regiones más superpobladas y empobrecidas de la Tierra, como son China, el Paquistán, Afganistán, Irak, y otros países de Asia, Africa Central o las desertizadas tierras del Cercano Oriente, y por lo general toman la forma de conflictos étnicos, religiosos o raciales.

A estos conflictos se les suman otros, provocados directa o indirectamente por las regiones energéticamente ricas y tecnológicamente más avanzadas, que después de venderles las armas para que se maten, se autoerigen en adalides y guardianes de los valores de la especie humana, campeones mundiales de los hoy denominados “derechos humanos”, y únicos defensores, custodios y garantes de la “libertad” y de la “justicia”, inventores de las “guerras preventivas”. Estos conflictos, que dejan ríos de lágrimas y montañas de cadáveres, siempre tienen por escenario las regiones más pobres del planeta.

 
Biotecnología:

            Los adelantos tecnológicos actuales han puesto en manos del hombre contemporáneo las herramientas necesarias para modificar hasta la misma arquitectura de la vida, y está demostrado claramente que no ha dudado ni por un momento en hacerlo.

            Con la creación de organismos clonados y especialmente con la enorme difusión de las especies genéticamente modificadas, la especie humana ya ha invadido todos los ecosistemas planetarios con sus propias creaciones, impulsando los monocultivos y creando seres híbridos de cualquier clase, cuya construcción, diseño y distribución son determinados por las ecuaciones que rigen la producción y el consumo, o sea los costos, la oferta y la demanda que imponen las actuales reglas del mercado.

La selección artificial, los trasplantes de órganos, la fertilización in vitro, la clonación, los implantes embrionarios, la recombinación genética, los organismos genéticamente modificados, la manipulación del ADN, han sido algunos de los hitos que señalaron este camino.

Muchas de las consecuencias traídas por estos y otros avances biotecnológicos han alterado sustancialmente los bordes físicos, psíquicos y éticos entre los que se desarrolló la vida humana desde su aparición sobre la tierra.

El nacimiento y la muerte, que siempre fueron límites infranqueables de cualquier experiencia existencial, y por esa sola razón siempre se consideraron parámetros ciertos, absolutos e ineludibles a la hora de valorar y juzgar todas las acciones humanas, han sido literalmente borrados por la nueva teckne.

Sin espacio ni tiempo suficiente para ninguna reflexión ética, hoy se ofrecen en el mercado comercial fecundaciones in vitro, alquileres de vientres, bancos de esperma, clonaciones, trasplantes de ovarios y embriones humanos garantizados que se mantienen congelados vivos por años[10], apilados en bancos criogénicos hasta el momento de implantarlos en diferentes vientres, o hasta su destrucción, porque han caducado.

Desde el ángulo estrictamente jurídico, ha quedado relegada completamente la importancia práctica la determinación del momento de la concepción de un ser humano, porque cada vez son más numerosos los casos en que esa circunstancia no puede determinarse con ninguna precisión, y los bancos genéticos, la mayoría de ellos funcionando bajo el paraguas protector del anonimato, tampoco permiten la determinación precisa de las filiaciones.

 
Etica:

Cada vez hay más personas en este mundo que no se sabe cuando fueron concebidas ni por quién, y en el otro extremo del espectro, borrando el límite de la muerte, cada vez hay más gente que para morir, necesita una sentencia judicial, de lo contrario la mantienen viva por años.

España ha sancionado y promulgado recientemente la ley 14/2007 reglando y autorizando las manipulaciones biogenéticas en embriones humanos con fines de investigación científica.[11]

El parlamento británico que ya había aprobado la clonación de embriones humanos con fines terapéuticos en diciembre de 2000, ahora ha autorizado la inserción de ADN de animales en embriones humanos, claro que a los embriones hay que matarlos a los 14 días, porque sólo pueden ser materia de experimentación.[12]

Una condición absolutamente inútil y hasta infantil, porque muchos son los virus que nunca debieron escapar del laboratorio, y sin embargo un día salieron de allí, y todavía están paseando por el bosque.

La “Quimera”, aquel león con cabeza humana, ya está a la vuelta de la próxima esquina.

 
La medicina:

La medicina, aquel viejo arte de curar, cuya finalidad era aliviar las dolencias humanas y combatir las enfermedades, no solo se ha transformado en un obsceno objeto de comercio, sino que se ha convertido en otra cosa completamente diferente de lo que siempre fue.

Como se vencen los fármacos y caducan los embriones humanos, del mismo modo ha caducado el juramento hipocrático, y hoy la investigación biomédica debería replantearse los caminos de su desarrollo para no desviarse de lo que fue su génesis, y su fin esencial: la conservación y mejora de la salud humana. Esto no sólo exigirá acrecentar el caudal de conocimientos, sino una adecuada y razonablemente rápida traslación de los nuevos hallazgos y técnicas a la práctica médica y al cuidado de los pacientes.[13]

Un objetivo inalcanzable mientras la ciencia médica siga operando como lo está haciendo actulamente, divorciada de la ética y subsumida íntegramente bajo las reglas actuales del mercado.

 

La biología molecular, la biotecnología y las técnicas de manipulación y recombinación genética están aportando al mercado actual de intercambio sus más frescas e inmorales creaciones.

La práctica de comprar y vender gametos humanos ya es usual, y afecta de manera importante la relación que tenemos con nuestro material genético, la medida en que los lazos familiares son creados por la naturaleza y la voluntad humana y el papel que debería desempeñar el mercado en la formación de familias. El momento presente se centra en dos preguntas éticas y de política que surgen cuando la gente forma familias con gametos proporcionados por otras personas. Primero, las personas creadas con gametos donados, ¿deberían poder conocer la identidad del o de los donantes? Segundo, la venta de óvulos y esperma, ¿debería prohibirse, regularse, o dejarse al mercado libre? [14]

Esto hace pensar razonablemente en un futuro que ya se avizora muy próximo. En los escaparates de las tiendas de un mañana bien cercano, podremos encontrar, entre las ofertas del mes, la promoción de algún laboratorio biomédico que ofrezca un par de hijos garantizados. En el pack podrían incluirse sus respectivas inserciones uterinas, un tratamiento de apoyo hasta el quinto mes de gestación, y un completo manual del usuario con todas las características genéticas de ambos especimenes. El manual obviamente deberá cumplir los requisitos que exigen las leyes de defensa del consumidor.

El descubrimiento del mapa genético humano y el dominio de las técnicas apropiadas para su manipulación,  han puesto al hombre actual frente a la posibilidad cierta y concreta de auto diseñarse, tornándose por primera vez en su historia, en el constructor de sí mismo. Cualquier juicio acerca de quién determinará los modelos elegidos, por qué razones lo hará, quién diseñará al próximo ser humano, que caracteres y funciones seleccionará, y con que fines, en base a que parámetros o con cuales valores lo hará, son todavía y por muy poco tiempo, meras especulaciones que aún no tienen respuesta.

Siguiendo el camino por el que llegamos hasta aquí, probablemente sean las reglas del comercio, sus ecuaciones de costo-beneficio, los mecanismos de análisis de mercado, la publicidad, el marketing, la oferta, la demanda, y las circunstancias políticas, algunos de los tantos factores que se combinarán rápidamente para determinar cual será el diseño de esos futuros seres ¿humanos?, mientras en medio de este descomunal caos ético, la teckne seguirá proponiendo, hora tras hora, sus nuevas utopías.

De que lo intentaremos, ya no pueden caber serias dudas.

 
Conclusión:

La degradación ambiental no parece ser consecuencia del comercio, sino de todas las actividades, actitudes y procesos que el mercado comercial impulsa desenfrenadamente, y cualquier intento por atacar los efectos de estos fenómenos sin considerar las causas que los están provocando, es como tratar de curar un cáncer con aspirinas.

En este breve trabajo podríamos haber hecho un análisis exegético y comparativo de las leyes que rigen el comercio, de los tratados internacionales, de engaños, sus trampas y escondrijos, denunciar sus incumplimientos y sacar a la luz las intenciones políticas que ocultan, pero optamos por otra visión, porque nos pareció que una vista panorámica sobre las causas de los fenómenos, podría ser más útil a la hora de intentar neutralizar sus efectos.

La óptica elegida nos pareció eficaz para mostrar las consecuencias que han derivado de las relaciones entre el comercio y el ambiente para los sistemas sustentadores de la vida, pero sobre todo para revelar el modo como se llegó hasta aquí, y especialmente para ver la dirección que llevamos. Si en el tiempo de la guerra fría comenzó la preocupación universal por la amenaza atómica, la degradación ambiental está amenazando con daños mil veces más grandes que los que pudieron haber causado las explosiones nucleares, y el mercado actual de intercambio, enloquecido y autónomo, corriendo hacia el futuro, acelerado por el impulso de su movilidad intrínseca y obedeciendo nada más que sus propias reglas, amenaza con provocar daños cien mil veces más grandes que la bomba atómica.

 
Dr. Héctor Jorge Bibiloni
Abogado
Prof. Derecho Procesal
Universidad Católica de La Plata.  Argentina.
Prof. Derecho Ambiental
Universidad de Belgrano. Buenos Aires.  Argentina.
Medalla al Mérito Académico
Universidad Autónoma de México. México DF

Presidente de la Fundacion Argentina del Medio Ambiente (FUNDAMA)

Miembro de la Liga Mundial de Abogados Ambientalistas   

 
 
 


[1] Mateo, Ramón M., Tratado de derecho ambiental, Trivium, Madrid, 1991, p. 88.

[2] Bustamante Alsina, Jorge, Derecho ambiental, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1995, p. 2.

[3] Diccionario de la lengua española, Océano, Barcelona, 1995, p. 56.

[4] Enkerlin

[5] Toffler Alvin, La Tercera Ola, 2* edición, Plaza & Janés, Barcelona, 1987, pág.93

[6] “Las bombas de agua movidas a vapor facilitaban la extracción del carbón, pero exigían por su parte carbón extra para alimentar sus calderas, más carbón para los altos hornos y fraguas que fabricaban esas calderas, más para extraer el necesario mineral de hierro, más para su transporte hasta los altos hornos, más de ambas cosas, - carbón y hierro- para los necesarios raíles y las locomotoras que se fabricaban en los mismos altos hornos, más para el transporte del producto de los altos hornos hasta los pozos mineros y viceversa, y finalmente mucho más para la distribución del cada vez más abundante carbón a los consumidores situados fuera de este circuito, que de forma creciente eran máquinas que debían su existencia precisamente a la mayor disponibilidad de carbón, y seguían aumentando su demanda, y la de los productos de la siderurgia…etc.” Jonas, Hans. Técnica, Medicina y Etica, pág. 25, Ed.Paidos, Barcelona, 1997.

[7] D’Argenio, Ajberto, Iezzi, Luca, La Reppublica, pág.13, Roma, 18/9/07

[8] Toffler, Alvin, ob.cit. pág.81

[9] Bibiloni, Héctor Jorge, El Proceso Ambiental, pag.18, LexisNexis, Buenos Aires, 2005.

[10] Madrid, 21 de septiembre de 2007.– “En España se estima que existen más de 200.000 embriones humanos congelados, cifra en tendencia ascendente al igual que en otros países de Europa. Sólo entre Gran Bretaña, Francia y España se podrían superar los 783.379 embriones crio conservados”, afirma el director de la Fundación Vida, Manuel Cruz. http://www.diariodigital.com.do/articulo,20370,html

[11] (BOE N* 159 del 4/7/07)
[12] http://www.eitb24.com/noticia/es/B24_64834/internacional/
[13] Martinez Caro, Diego, en http://www.bioeticaweb.com

[14] Shanley Mary Lyndon, en Revista Internacional de Filosofía Política, Universidad de La Rioja, España, ISSN 1132-1432, N*18, año 2001, Pag. 99/120